No extraño la iglesia (o quizá no extraño mi experiencia en iglesia)
- Daniel Flores
- 9 may 2020
- 7 Min. de lectura
Acabo de terminar de leer un artículo interesante titulado “No extraño la iglesia” (https://spectrummagazine.org/views/2020/no-extrano-la-iglesia). Supe de ese artículo por algunas páginas de divulgación y ministerio independientes en las redes sociales. Aunque el artículo me parece tiene un mensaje interesante y puntos buenos que merecen profundizarse, creo que hay ciertas cosas que podrían ser aclaradas para evitar actitudes posiblemente contrarias a la intención de las autoras. Por eso presentaré algunos puntos que me parecen son vitales para poder tener un equilibrio en nuestra consideración de este asunto.
1. La naturaleza de la iglesia
2. Los sentimientos no siempre son confiables
3. Las actividades en sábado tienen un propósito
4. La iglesia, aunque en un sentido es una expresión de la religión humana, está enmarcada por principios bíblicos eternos
5. La armonía entre el sábado, la iglesia, la liturgia y el templo
La naturaleza de la iglesia
Una de las primeras cosas que hay que hacer para tocar estos temas es poder definir la naturaleza de la iglesia. Iglesia, en el griego secular, el término significaba una reunión de gente, tal como un cuerpo político debidamente citado, o, en general, una asamblea. En la LXX es traducido como “congregación”, “reunión”, “asamblea”. En tiempos del NT el término se aplica con mayor frecuencia al cuerpo de personas que creen en Jesús como el Mesías y lo aceptan, viven sus enseñanzas y están unidos en una organización creada por Jesús.[i] Iglesia provienen en última instancia del griego kuriakón, “cosa que perteneciente al Señor”.[ii] Con el tiempo, los seguidores de Cristo que derivaron su identidad y misión de Jesús y se entendieron a sí mismos como la verdadera comunidad escatológica de Dios.[iii]
Vemos entonces que en la misma naturaleza de la Iglesia está la idea de congregarse. Minimizar o reinterpretar esa naturaleza es hacer otra cosa que no es iglesia. Ahora, que los miembros que componen la iglesia puedan desvirtuar algunas funciones de la iglesia es una cosa distinta. Quizá nosotros mismos somos los culpables de que no nos guste o que no extrañemos ir la iglesia (o lo que creemos que es la iglesia). Lo que veo problemático es decir “no extraño ir a la iglesia” cuando la naturaleza de la iglesia es “ir” para congregarse. Así que si no extrañamos ir a la iglesia, el problema no está en la naturaleza de la iglesia en sí, sino en lo que pensamos o hacemos de nuestra iglesia local. Me parece que este es el sentido que las autoras están tratando de dar en su escrito.
Los sentimientos no son siempre confiables
Una de las razones importantes que las autoras dan para desencadenar su reflexión sobre la dispensabilidad de “ir a la iglesia” fue admitir que ahora se sentían más descansadas. Me parece que es importante decir algunas cosas sobre esto. Primero, es importante mencionar que “nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?”[iv] ¿Cómo podemos saber si nuestros sentimientos de verdad nos están dando información fidedigna? ¿Cómo poder saber si no lo que sentimos son en realidad deseos inconscientes predispuestos por nuestra experiencia? ¿Cómo saber si no es el enemigo que nos está induciendo a escuchar su voz? Claramente esto es difícil con cualquier sentimiento. ¿Cómo entonces actuar? Segundo, Me parece que como creyentes “tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos”.[v] Es esta Palabra a la que tenemos que poner atención antes siquiera de nuestros sentimientos. Por último, también debo mencionar que los sentimientos suelen ser indicadores de pensamientos profundos y deseos del corazón. Lo correcto me parece entonces es ser sincero con nuestros sentimientos, identificarlos, comprenderlos y analizarlos a la luz de la Biblia para poder saber hasta dónde podemos hacer caso a nuestros sentimientos.
Las actividades en sábado tienen un propósito
Una de las cosas que se mencionan en el artículo es que las actividades del sábado son tantas que no dejan disfrutar en sábado. En un sentido, me parece que es correcto. Es decir, atiborrar el sábado con actividades no vitales ciertamente le roba la esencia al sábado. Pero no siempre es este el caso. Usualmente las actividades del sábado son de carácter espiritual y misionero. Es el día para visitar, para hacer obra misionera, para capacitarse, para servir. Este es un trabajo nada suave. Curiosamente las autoras reflexionan diciendo: “¡No puedo imaginarme lo que pastores, líderes y sus familias deben de sentir al navegar por las demandas de la iglesia moderna! ¿Cuándo la iglesia se volvió tan atareada? ¿Este enfoque altamente orquestado está dando mejores resultados?” Como pastor puedo decir que de toda la iglesia somos las personas más atareadas en el sábado, pues es el día en que más se trabaja. Pero esto no es nuevo, no es una cosa de “la iglesia moderna”, como la autora quiera dar a entender. Desde el santuario, los sacerdotes en sábado hacían doble trabajo, pues la Biblia dice “Mas el día de reposo, dos corderos de un año sin defecto, y dos décimas de flor de harina amasada con aceite, como ofrenda, con su libación”[vi]. ¿Te imaginas a los sacerdotes preguntarse “cuándo la iglesia se volvió tan atareada” o si este enfoque “está dando los mejores resultados? Para ser justos, el sistema sacerdotal y la iglesia moderna sí son distintas en muchos aspectos, pero en la adoración del sábado no tanto. Es correcto que “el 4° mandamiento proveía el tiempo para el descanso físico y el refrigerio espiritual. Sin embargo, ese tiempo no debía dedicarse a la ociosidad”.[vii] Claro, a veces las actividades secundarias pueden ahogar las primordiales, eso es un asunto que sí se debe resolver, pero las actividades primordiales suelen ser más exigentes que las secundarias. Es más exigente salir a visitar a los hnos. enfermos y necesitados que pasar dos horas en un seminario sobre cocina vegetariana, por ejemplo. Ojalá que el que abogue por una reforma en las actividades esté dispuesto a hacer cumplir las exigencias de las actividades primarias.
Como pastor, para responder la insinuación de las autoras, puedo decir que sí, en sábado me canso, y me canso mucho, pero me siento feliz, porque le sirvo a mi Señor y a mis hermanos. En mi experiencia esto sí da mucho resultado.
El “estilo” de la iglesia, aunque en un sentido es una expresión de la religión humana, está enmarcada por principios bíblicos eternos
Otra de las cuestiones que las autoras comentan es que la iglesia en su estado actual es insuficiente para atraer a las nuevas generaciones. Ellas dicen que “un estilo tradicional de iglesia atrae a algunos, pero creo que hay otras formas válidas de adorar juntos”. Estoy de acuerdo con esto. Es decir, el estilo de la iglesia es en un sentido una expresión de la religión humana. Por estilo quiero pensar que se está refiriendo a liturgia particular de una congregación en particular. Me parece que es correcto porque, como he mencionado en otros lugares, la iglesia tiene la paradójica misión de presentar un evangelio eterno a una humanidad en constante cambio. Pero debo enfatizar que responder esta cuestión no es una tarea fácil, nada fácil. Creo que caminar por esa ruta requiere mucha sabiduría bíblica. Sería triste ver que después de esta cuarentena surjan doctores en misión de la iglesia en todas partes. Todas las opiniones son respetables, pero no todas son correctas ni mucho menos autoritativas. Lo único que podría decir es que proponer nuevas formas de presentar el evangelio deben ser pensadas de modo que la forma no cambie el contenido. Ojalá nuevas y buenas generaciones exploren este asunto con sensatez y humildad.
La relación entre el sábado, la iglesia, la liturgia y el templo
El último punto que quisiera retomares es sobre los sentimientos bajo la visión de la adoración en general. Las autoras mencionan que “la iglesia puede ser un lugar solitario. Los sábados, yo (Laura) estoy muy consciente de mi situación sentimental”. Sobre los sentimientos ya escribí, así que solo retomaré el asunto de la iglesia. Sí, alguna iglesia local puede ser un lugar solitario, pero la iglesia como cuerpo de Cristo jamás lo es. La iglesia está consciente de esto y por eso ha preparado departamentos para todo tipo de personas, de modo que puedan involucrarse y activarse, pero es posible que estos departamentos sean insuficientes para algunas personas, como dicen las autoras, pertenecemos a la iglesia por lo que somos no por lo que hacemos. Por eso es importante comprender que los departamentos de la iglesia tienen una sola función: salvación y servicio, o en otras palabras, evangelización (interna como externa). El ideal de las actividades de la iglesia es que el miembro pueda conectarse con Dios y este miembro ayude a otros a conectarse con Dios. Aquí es donde entra en juego la relación entre el sábado (el día especial para conectarse con Dios), la iglesia (comunidad especial que busca conectarse con Dios), la liturgia (la forma especial para comunicarse con Dios) y el templo (el lugar especial para comunicarse con Dios). Todo forma un sistema orgánico y flexible para lograr ese objetivo y cada uno de estos elementos nos ayudan como individuos para unirnos con otros en un mismo sentir. Querer conectarse con Dios y querer ayudar a otros a conectarse con Dios es la base de la misión y los departamentos. Quizá si los departamentos no son suficientes, podemos hacer un ministerio que cumpla esa misión y donde podamos explorar nuestros dones y talentos.
En conclusión
Creo es el artículo es interesante, y creo que no era el objetivo hacer una tesis sobre la condición de la iglesia contemporánea sino expresar el punto de vista de las autoras. Este escrito entonces no es una refutación en sí ni una crítica, solo tiene la intención de aclarar algunas cosas para poder sumar al diálogo y evitar actitudes peligrosas.
BIBLIOGRAFÍA
[i] Siegfried H. Horn, ed. Aldo D. Orrego, trans. Rolando A. Itin and Gaston Clouzet, Diccionario Bíblico Adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 572. [ii] F. L. Cross and Elizabeth A. Livingstone, eds., The Oxford Dictionary of the Christian Church (Oxford; New York: Oxford University Press, 2005), 346. [iii] Joshua M. Greever, “Church,” ed. John D. Barry et al., The Lexham Bible Dictionary (Bellingham, WA: Lexham Press, 2016). [iv] International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Je 17:9. [v] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), 2 Pe 1:19. [vi] Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Nu 28:9. [vii] Siegfried H. Horn, ed. Aldo D. Orrego, trans. Rolando A. Itin and Gaston Clouzet, Diccionario Bíblico Adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 1017.
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