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El (re)nacimiento de la verdadera fe

  • Foto del escritor: Daniel Flores
    Daniel Flores
  • 4 may 2020
  • 8 Min. de lectura

El cristianismo se caracteriza en gran medida por su énfasis en la fe y las creencias. Los cristianos son comúnmente llamados "creyentes", y un compromiso con el cristianismo generalmente implica una confesión de fe. La centralidad de la fe en el cristianismo refleja el significado bíblico de la fe.[i] ¿Qué es la fe entonces? Especialmente, ¿qué sentido tiene la fe en momentos como los de ahora donde solo hay incertidumbre, inseguridad, peligro y mortandad? No pocos son los que recuerdan las predicaciones y dicen “no veo que la fe esté ayudando mucho en estos momentos”. Algunos podrán reclamar por qué no le pedimos a Dios con fe para que los problemas desaparezcan proclamando la derrota de la fe. Otros dicen que no tienen miedo del peligro, que no les va a pasar nada porque tienen fe. Otros prefieren cerrar los ojos y, con fe, dejar que las cosas pasen esperando que todo acabe bien ¿Qué es la fe entonces? ¿Es un amuleto de protección? ¿Es una herramienta para hacer que Dios haga nuestra voluntad? ¿Es un salto a la oscuridad? ¿Qué significa fe?

Fe es una palabra que solemos usar en nuestras conversaciones cotidianas no necesariamente religiosas. Por fe generalmente nos referimos a tres cosas relacionadas pero distintas, a saber:


Fe como poco más que una mera opinión. La palabra «fe» en ocasiones es usada en un sentido relajado y popular para denotar una persuasión de la verdad que es más fuerte que la mera opinión, y aun así más débil que el conocimiento. Incluso Locke definió fe como «el asentimiento de la mente a las proposiciones que son probables, pero no ciertamente, verdaderas».[ii]


Fe como una certeza inmediata. En conexión con la ciencia, la fe suele señalarse como una certeza inmediata. En cada ciencia hay axiomas que no pueden demostrarse y convicciones intuitivas que no son adquiridas por la percepción o la deducción lógica. El Dr. Bavinck dice: «El campo de la certeza inmediata es mucho mayor que la de la demostración, y la segunda siempre se construye sobre la primera, y se levanta y cae con ello. Esta certeza intuitiva tampoco es menor, pero es mayor que la obtenida por el modo de percepción y demostración lógica».[iii]


Fe como una convicción basada en el testimonio e incluyendo confianza. En lenguaje común la palabra «fe» suele usarse para denotar la convicción de que el testimonio de otro es cierto y que lo que promete será hecho; una convicción basada solamente en su veracidad y fidelidad reconocidas.[iv]

Vemos entonces que en nuestro lenguaje usamos la palabra fe en diversas formas, pero ¿alguna de ellas será parecida al concepto de fe en la Biblia? Ningún texto secular puede ofrecer un entendimiento de la palabra "fe" paralela al AT o NT para entender el concepto bíblico de pistis (la palabra griega para fe), que aparece 243 veces en el NT. En griego no bíblico, el término a menudo se usa en un sentido concreto para indicar una prueba, garantía o promesa,[v] un estado de certeza con respecto a una creencia[vi] que es fiel, es decir, confiable.[vii] Tiene una connota persuasión, convicción y compromiso, y siempre implica confianza, que se expresa en las relaciones humanas como fidelidad, confianza, seguridad, juramento, prueba, garantía. Solo esta riqueza de significado puede explicar la fe que inspiró la conducta de los grandes antepasados israelitas de Hebreos 11.[viii] Y es precisamente en Hebreos 11 donde buscaremos profundizar en la cuestión de la fe.

En hebreos 11:1, el apóstol Pablo explica que “Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.[ix]” La fe es garantía (substancia, para ser más precisos[x]) y la certeza (prueba, para ser más precisos[xi]). El argumento del autor es que la fe resulta en una conducta que señala inequívocamente la realidad de lo que aún no se ve[xii] pues se define la fe en términos de recompensa futura.[xiii] Esta fe no se basa en una aceptación ciega e irracional, sino en una suprema confianza en la capacidad y la integridad de Dios.[xiv] La fe entonces es una seguridad establecida, basada en la convicción de que Dios cumple sus promesas.[xv] Por esta razón, la fe ciega no existe. La fe genuina siempre descansa sobre la firme “sustancia” subyacente de una suficiente evidencia que garantiza la confianza en lo que aún no se ha visto.[xvi]


Pablo inspiradamente menciona primero que la fe se constituye primero por la sustancia de aquello que se espera. La sustancia de una cosa es lo que manifiesta la estabilidad y durabilidad de su existencia, lo que la hace real. Las características de una cosa pueden cambiar; la sustancia permanece. Cuando creemos algo, entonces con esa fe tenemos una realidad distintiva ante nosotros. Tiene un efecto sobre nosotros que en cierto sentido corresponde a la realidad. En esto, pues, radica en parte la certeza y en parte la actividad de la convicción de la fe. Por fe aprendemos a contar con las cosas que esperamos como si realmente las viéramos.[xvii] La fe es vista entonces como la prueba de la realidad de las cosas no vistas[xviii] pero que sabemos que veremos y de hecho podemos ver ahora.

En un sentido muy concreto, los cristianos pueden hacer realidad el futuro y las realidades invisibles a través de la fe. Podemos parafrasear este versículo en las siguientes palabras: la fe a través de su carácter activo da sustancia a, es decir, expresa la realidad de las cosas que se esperan; demuestra la verdad de cosas que aún no se ven.[xix] ¿Qué es esto que los cristiano esperan? ¿Qué es aquello que los cristianos no ven realizado aún, pero apuntan a ello? ¿Es la salud física? ¿Es la prosperidad económica? ¿Es la seguridad social? ¿Es la felicidad en las relaciones interpersonales? Todas estas cosas son importantes en su esfera y Dios tiene cuidado de ellas, pero no son el objeto de la fe darles sustancia a esas esperanzas, no, la fe le da sustancia a algo más elevado, trascendente, espiritual.

Demos un paso atrás. El fundamento último sobre el que descansa la fe yace en la veracidad y la fidelidad de Dios, en conexión con las promesas del evangelio. Pero debido a que no tenemos conocimiento de esto aparte de la Palabra de Dios, esta también puede ser, y frecuentemente es, llamado el fundamento último de la fe,[xx] como escribió Clemente: “El que cree en las Escrituras divinas con juicio seguro, recibe en la voz de Dios, quien otorgó las Escrituras, una demostración que no puede ser impugnada.”[xxi] Si la fe se fundamente en Dios y en su Palabra teniendo en cuenta que “el gran tema central [de la Biblia], el principio unificador, es el plan de redención y la operación de ese plan en la historia humana”,[xxii] podemos decir con seguridad que la fe del cristiano es que ese plan se realice en uno mismo, es decir, que sea salvo. Tradicionalmente, la fe salvadora consiste en conocimiento, asentimiento y confianza, pero no en cosas terrenales sino en las cosas espirituales. Creer que ciertas cosas son verdaderas acerca de Cristo debe llevar a creer en Cristo, una confianza personal en Cristo como Salvador y Señor.[xxiii]


Esta fe salvífica verdadera es una fe que tiene su asidero en el corazón y está arraigada en la vida regenerada. Esta fe no es ante todo una actividad del ser humano son un forjamiento potencial hecho por Dios en el corazón del pecador. La semilla de la fe (semen fide) es implantada en el ser humano en la regeneración. Cuando la Biblia habla de fe, generalmente se refiere a la fe como una actividad del ser humano, aunque nacida de la obra del Espíritu Santo. La fe salvífica puede definirse como una convicción certera, forjada en el corazón por medio del Espíritu Santo, en cuanto a la verdad del evangelio, y una dependencia de corazón (confianza) en las promesas de Dios en Cristo. En el análisis final, es cierto, Cristo es el objeto de la fe salvífica, pero Él es ofrecido a nosotros únicamente en el evangelio.[xxiv]


Es esta fe la del cristiano, es esa fe la que debe de renacer. Nuestra fe no puede estar ya fundamentada solamente en el bienestar terrenal (aunque Dios provee por nuestras necesidades como se registra en el Sermón del monte), sino en aquello que aún no podemos ver materialmente pero sustancialmente, por medio de la fe, son mucho más claras y reales que lo que tenemos en frente ahora mismo. Es mediante la fe que podemos trascender espiritualmente a un plano relacional profundo con Dios: sin dejar de tener los pies en la tierra nuestro corazón y mente están ya en el cielo. Esta fe no solamente nos ayuda a poder entender que lo bueno o malo que pase en la tierra es mínimo comparado con lo que está próximo, librándonos así de ansiedad y estrés innecesario. En momentos de crisis la fe del cristiano no debe de estar fundada en el deseo de protección terrenal solamente sino en la seguridad de la redención futura. Esta es la fe que debe de nacer en tiempos de crisis, la fe que trasciende el mundo y que trae el cielo a la tierra.

BIBLIOGRAFÍA

[i] Nijay K. Gupta, “Faith,” ed. John D. Barry et al., The Lexham Bible Dictionary (Bellingham, WA: Lexham Press, 2016). [ii] Louis Berkhof, Teología Sistemática, trans. Cristian Franco (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018). [iii] Ibid. [iv] Louis Berkhof, Teología Sistemática, trans. Cristian Franco (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018). [v] Aaron C. Fenlason, “Belief,” ed. Douglas Mangum et al., Lexham Theological Wordbook, Lexham Bible Reference Series (Bellingham, WA: Lexham Press, 2014). [vi] James Swanson, Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains: Greek (New Testament) (Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc., 1997). [vii] Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich, and Geoffrey William Bromiley, Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 1985), 849. [viii] Ceslas Spicq and James D. Ernest, Theological Lexicon of the New Testament (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1994), 110–111. [ix] International Bible Society, Nueva Versión Internacional (East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional, 1979), Heb 11:1. [x] La palabra usada aquí es ὑπόστασις, que se traduce mejor como sustancia [xi] La palabra usada aquí es ἔλεγχος, que se traduce mejor como prueba [xii] Donald A. Hagner, Hebrews, Understanding the Bible Commentary Series (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2011), 180. [xiii] Craig S. Keener, The IVP Bible Background Commentary: New Testament (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1993), Heb 11:1. [xiv] Siegfried H. Horn, ed. Aldo D. Orrego, trans. Rolando A. Itin and Gaston Clouzet, Diccionario Bíblico Adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 446. [xv] Francis D. Nichol and Tulio N. Peverini, eds., Filipenses a Apocalipsis, trans. Nancy W. de Vyhmeister and Victor E. Ampuero Matta, vol. 7, Comentario Biblico Adventista Del Séptimo Día (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1996), 487. [xvi] Ibid 486. [xvii] Geerhardus Vos, Soteriología, trans. Rubén Gómez, vol. 4, Teología Sistemática Dogmática Reformada (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico; Lexham Press, 2018). [xviii] Donald Guthrie, Hebrews: An Introduction and Commentary, vol. 15, Tyndale New Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1983), 228. [xix] Donald A. Hagner, Hebrews, Understanding the Bible Commentary Series (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2011), 181. [xx] Louis Berkhof, Teología Sistemática, trans. Cristian Franco (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018). [xxi] Clement of Alexandria, “The Stromata, or Miscellanies,” in Fathers of the Second Century: Hermas, Tatian, Athenagoras, Theophilus, and Clement of Alexandria (Entire), ed. Alexander Roberts, James Donaldson, and A. Cleveland Coxe, vol. 2, The Ante-Nicene Fathers (Buffalo, NY: Christian Literature Company, 1885), 349. [xxii] Siegfried H. Horn, ed. Aldo D. Orrego, trans. Rolando A. Itin and Gaston Clouzet, Diccionario Bíblico Adventista (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1995), 170–171. [xxiii] Brenda B. Colijn, “Saving Faith,” in Lexham Survey of Theology, ed. Mark Ward et al. (Bellingham, WA: Lexham Press, 2018). [xxiv] Louis Berkhof, Teología Sistemática, trans. Cristian Franco (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2018).

 
 
 

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