La bondad de sentir vergüenza
- Daniel Flores
- 28 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Una oración nacida de un corazón necesitado
Padre eterno, tú que pesas los corazones, a Ti no puedo ocultar mi pecado. Mi corazón ha sido dominado por la maldad y el orgullo y he sido arrastrado a la vergüenza por confiar en mí y no en Ti. En mi soledad y en público, la realidad de mi vida es que deseo al mundo y al pecado y huyo de tu presencia para apaciguar mi desesperación.
No puedo mentir, mi corazón está lleno de vanidad, de miedo, de dolor, de rencor. He buscado de todas formas posibles alcanzar el bien, pero lejos de Ti, ¡qué iluso he llegado a ser! He entendido que me es imposible buscarte con este corazón sucio que huye de ti y tampoco puedo pedirte un cambio porque no quiero cambiar.
¡Qué miserable soy! Saber que estoy yendo a mi perdición y aun así caminar derecho al matadero, pero ¿podría yo escoger otro camino? Si el hombre por naturaleza quiere perderse, si el hombre no te busca, si el hombre es malo ¿cómo puede salvarse? No lo sé mi Padre, pero, aunque no quiera, cambia mi corazón, aunque huya de ti, no me deje jamás, aunque desprecie tu ley, que tu amor no me abandone. No me interesa caminar libremente a mi muerte si puedo estar cautivo de tu amor.
Quiero pensar que este sentimiento de necesidad y desesperación solo puede tener origen en Ti, mi Buen Dios. Yo no podría siquiera preocuparme por mi maldad si no fuera porque tú hablas a mi alma para que ella siente vergüenza del pecado. Si esto es así, mi Padre, ¿No significa que en este momento tú mismo me estás hablando? Padre, si me estás hablando, si me estás haciendo sentir vergüenza de mi pecado, dame la dicha de no solo ser reprendido sino también de ser corregido, de ser transformado a tu Santa y Pura Imagen.
Padre, mi corazón, que fue enemigo tuyo, tiembla y se doblega a tu voz. No permitas que el maligno gane esta batalla y arrebátame del fuego, quiero ser un tizón salvo en tus manos. Colócame limpias ropas de tu justicia no para pecar impunemente sino para honrarte con la obediencia de un corazón humillado y agradecido.
Siento gozo, Padre Mío, porque sé bien que estás conmigo. Siento gozo porque he sabido que en tu providencia me has extendido misericordia. Pude haber muerto en cualquier segundo pasado de mi vida, ni siquiera puede haber sido concebido por mis amados padres si Tú, mi Bendito Padre, no lo hubieras querido. Ahora sé que la oportunidad que me has dado no fue porque soy mejor que aquellos que ya no está con nosotros, sino porque deseas que tu Santa Gloria sea revelada al mundo mediante este humilde siervo.
Una vez quise el honor de este mundo, el honor que conduce a la muerte. Ahora deseo el honor del cielo, honor que lleva a la vida eterna.
Por eso me humillo ante Ti, mi Gran Señor
Reconozco que no hay nada bueno en mi interior
Y me maravillo ante tu perfecta misericordia
Cuando cambiaste la vergüenza por gloria
Pues cuando el pecador merecía muerte tu diste vida
Y al Verbo que sustenta la vida le diste muerte
Lo único que ahora deseo, mi Dios, es verte
Descansar en tus brazos por siempre
Комментарии